viernes, 5 de junio de 2009

EL DÍA QUE AL FIN VINISTE

No estaba nerviosa, creo, sólo expectante, escrutando cada sensación deseando que fuera que sí, que por fin estaba de parto. Y bueno, como es lógico, deseando que no fuera muy doloroso.

Las molestias habían empezado el viernes sobre las 5. Eran claramente contracciones y, por primera vez en todo el embarazo, dolían, así que es normal que sospechase pero no eran contracciones de parto, ni siquiera después de casi 24 horas sufriéndolas. Cuando llegué al hospital me dijeron que el parto no había comenzado y a pesar de que me ofrecieron quedarme y provocarlo, ya que ya estaba de 41 semanas y 2 días, me fui a casa.


Ya en casa 2 entrecots con patatas fritas, que si hubiera estado de parto se hubieran echado a perder, nos esperaban, y después logré dormir un rato ya que no había casi pegado ojo en toda la noche. Esa tarde de sábado transcurrió reloj en mano cronometrando las contracciones así hasta que a las 6 de la madrugada, tras 2 horas con contracciones cada 5 minutos, me levanté de la cama y desperté a Gonzalo para irnos de nuevo al hospital.


No es que el dolor fuera en sí mismo insoportable pero cuando llevas casi dos noches sin dormir y 4o horas soportándolos te encuentras débil y sensible y entré en el hospital casi llorando por el cansancio y temerosa ante la posibilidad de que me dijeran de nuevo que el parto no había comenzado; y así fue. El parto no había comenzado, pero esta vez no me dieron a elegir y nos indicaron que esperáramos en la sala a que me recogieran para ponerme la epidural y que Gonzalo hiciera mientras el ingreso.


El momento epidural fue largo, cansado y desagradable. El pinchazo de la vía, el pinchazo del anestésico local, el pinchazo de la epidural, todo ello en una postura inverosimil, mareándome del calor y sin poder moverte aunque una contracción te fustigara justo en ese momento... La matrona vino a romper la bolsa. Comenzaba mi parto inducido con un líquido amniótico sucio, teñido por meconio que, aunque mi niña estaba perfectamente, según la matrona dejaba menos margen de maniobra y me auguraba muchas probabilidades de cesárea. Todos mis temores se iban haciendo realidad uno tras otro y cuando llegué a la habitación lloré un poco, pero sólo un poco porque fuera como fuese tendría a Lola al fin en brazos en poco tiempo. Todo el mal rato de la anestesia mereció la pena porque al rato de no sentir dolor logré dormir como 1 hora.


El cambio de turno a las 10 de la mañana me trajo aire fresco en forma de nueva matrona optimista y mi querido Pablo, mi ginecólogo, que lo primero que me dijeron fue que no había ningún motivo para no intentar un parto normal, que ya había dilatado 2,5cm aunque paciencia que podía ser largo, aunque no lo fue: 2 horas más tarde llamé porque notaba presión y la matrona confirmó que esa presión era la niña bajando y que ya teníamos 4cm y sólo una hora más me hizo falta para llegar a los 8cm y que llamaran a Pablo mientras me llevaban al paritorio.


- Ven a ver los pelos de tu niña papá- dijo a Gonzalo la matrona.

Yo, aún incrédula de estar ahí empujando, reaccioné avisando:

- No sé si quiere, no quería ver...
- Claro que sí! Vamos hombre! Va a ver los pelos de su niña como que soy la matrona!

Y ahí que fuimos un empujón más sabiendo que la cabecita ya coronaba y que Gon estaba mirando... un pequeño deje de pudor me invadió ¿será muy desagradable? ¡Qué coño! Aquí viene...


Cuando Pablo llegó la matrona le avisó de que ya había empujado mucho, que estaba cansada y que iba a necesitar una ayuda. No pregunté pero ¿qué clase de ayuda sería? Mejor no saberlo.


- ¿Vuelvo a empujar? ¿Lo hago bien? Tengo la boca sequísima...

Intento salirme de mi cuerpo y ver la escena, me parece increíble estar en un paritorio... la postura, la sensación... y la ausencia de sensación! Estás ahí, notas cosas pero no todo y es extraño e irreal. Estoy cansada, muy cansada, sé que estoy haciendo esfuerzo pero no noto los frutos, no sé cuánto queda... Gon me llama para tranquilizarme y le miro, y veo en su cara amor, me acaricia, me besa, me expresa tanta dulzura que consigue captar mi atención y reconfortarme y de pronto "vamos a ayudarla, papá date la vuelta que hay cosas que es mejor no ver". Aquí viene ¿a qué se referirán? ¿la episiotomía? ¿forceps? Fueron ambas cosas y en el siguiente empujón salió la cabeza; pongo toda mi atención en notar salir a mi hija, noto que gira y ya todo el cuerpito! "Gon, ya! ¿Dónde está? Ay Dios! Qué niña tan guapa! Está moradita pero qué carita tan exótica, qué ojos más achinados! uf!"

3,310 kg! toma ya mi nena!!!!

Por desgracia el parto no acaba ahí... queda expulsar la placenta y demás restos y coser y sólo puedes pensar en que acabe ya que estás agotada y quieres concentrarte en tu niña...

Las horas siguientes son algo confusas pero tengo 3 fotos mentales que me guardo para siempre: yo empujando, la expresión de más amor del mundo de Gon y mi niña chinita y moradita que me pareció lo más bonito del mundo.


Bienvenida LOLA.


(creo que esta fue tu primera foto!!!)