lunes, 8 de octubre de 2007

CAZANDO SALTAMONTES

Estaba como loca. Del reposapiés al suelo, del suelo al reposapiés. Ahora miro detrás del cesto y miro a Laura que me mira con cara de "¿qué haces loca?". Luego maúllo un poco, como una queja, entre desesperación y nervios por no encontrarlo, como pidiéndome ayuda "¿es que no lo ves?".
Se lo estaba pasando en grande la tía pero yo no podía mirar esa crueldad con dulzura porque ella no es consciente del daño que hace su diversión. Ni siquiera su improvisada víctima de ese juego macabro lo es. Pero yo sí.
Me levanté de la cama para intentar socorrer aún no sabía a qué clase de bicho. No lo encontré. Ella dejó también de buscarlo así que volví a la cama.
Al rato fue el macho, Piro, quien lo debió encontrar. De nuevo diversión y regocijo pero esta vez el moribundo bicho acabó encima de mi cama. Era un saltamontes enorme y no puedo reprimir la arcada. La escena era repugnante. Lo recogí y lo tiré a la calle. Ya no podía hacer nada por él pero al rato hubo otro. Debía haber plaga en mi patio, "está lleno de peces el mar", para regocijo de mis crueles gatos pescadores.
Aparté al gato de un manotazo y logré salvar la vida del inconsciente temerario que se había acercado a la boca del lobo. Piro no merecía que le regañara, era su instinto atrofiado por estar domesticado lo que le llevaba a divertirse torturando al bicho pero mi raciocinio sí me impide permitir que la cruel naturaleza siga su curso... Era un juego, no quería comérselo, sólo cazarlo, cada vez que se movía lo atrapaba para volver a soltarlo y volver a cazarlo. Era su particular conquista. Si el bicho se rinde se acaba el juego.
Es macabro. Por suerte el insecto también debe actuar por instinto y no debe sufrir el terror y la angustia de saber la suerte que va a correr. Yo trataba de ahuyentarlo y me daban ganas de gritarle "¡pero salta lejos!", pero ya no discernía; estaba herido y no distinguía atacante de salvadora.
Lo salvé, pero luego estaba de nuevo muerto junto a mi puerta, o igual era otro.

Como todas las fábulas y metáforas no siempre somos exactamente uno u otro pero podemos aprender algo...

Algunos somos más veces gatos. La llamada de la naturaleza, aunque fue hace tiempo controlada por el hombre, sigue ahí, llamándonos a la caza... Es demasiado gratificante la conquista como para renunciar a ella... Pero nosotros no tenemos la excusa de instintos atrofiados... ¿o sí? (domesticación +-= educación???)

Otros somos más veces el saltamontes. Vamos, gilipollas perdidos porque aunque el gato tiene garras, bigotes, las pupilas verticales... Vamos, que se le ve venir a la legua y no lo vemos, y dejamos que nos zarpeen con la esperanza de que entre zarpazo y zarpazo nos hagan cosquillas con lo bigotes. O peor. Con la esperanza de que los zarpazos se conviertan en caricias y el gato por tanto, deje de ser gato... o que nunca lo haya sido... cordero con piel de lobo... una persona más, simplemente, como tantas, cobarde que se viste de gato para no ser saltamontes...

4 comentarios:

raindrop dijo...

Esta vida tiene cosas muy crueles: fíjate que hasta los animales no pueden resistirse a un instinto de crueldad aunque no saquen ningún beneficio. Los humanos mantenemos la crueldad ya no como instinto sino como arma bien adiestrada para liquidar la competencia. ¡Y esta sociedad nos ha enseñado tanto a competir!
Pero espero que encontremos un remedio a esta crisis de crueldad.

SOLOYO dijo...

El remedio es que el gato se haga hacerse amigo del saltamontes antes de que haberlo herido de muerte.

SOLOYO dijo...

no puedo escribir tan rápido, escribo MALLLLLLL

Bueno se ha entendido no?

raindrop dijo...

yeah